Generación de créditos de carbono
por cambios en el uso de la tierra
En este artículo, el autor analiza los cambios
en el uso de la tierra que permitirían generar "créditos
de carbono" a través del secuestro de carbono atmosférico
o de la reducciòn de emisiones de gases con efecto invernadero.
Autor: Daniel Martino, Grupo de Riego, Agroclima,
Ambiente y Agricultura Satelital (GRAS) del Instituto Nacional de
Investigación Agropecuaria de Uruguay. Fuente: www.e-campo.com
(20-jul-01).
El contenido de carbono orgánico de los suelos
es afectado por el uso del suelo, y es la resultante del balance
entre el aporte de residuos vegetales y su tasa de descomposición
en el tiempo. La adopción de prácticas como la siembra
directa y el riego, y la siembra de pasturas artificiales, son cambios
en el uso de la tierra que permitirían, según cuál
sea la situación de partida, generar "créditos
de carbono" a través de secuestro de C atmosférico
y/o reducción de emisiones de gases con efecto invernadero
(GEI).
Los siguientes serían los principales mecanismos
responsables por ese beneficio ambiental:
1) Reducción en la tasa de mineralización
de la materia orgánica
El laboreo promueve la descomposición de la
materia orgánica del suelo al aumentar el grado de aereación
y la exposición de la materia orgánica a los microorganismos.
Cuando un suelo se deja de laborear, manteniéndose el mismo
nivel de aporte anual de residuos vegetales, comienza un proceso
de acumulación de carbono en el suelo como resultado de la
menor tasa de mineralización. Esto sucede durante un período
de tiempo, hasta que se alcanza un nuevo equilibrio correspondiente
al sistema de producción utilizado. El nuevo equilibrio puede
alcanzarse en un plazo del orden de 20 ó más años
(en realidad el aumento en el contenido de carbono es muy rápido
al principio, y cada vez más lento hasta hacerse imperceptible,
y esto puede llevar varias décadas).
Los datos obtenidos en La Estanzuela muestran que
en un plazo de 10 años, partiendo de un suelo con 3% de materia
orgánica en los 20 cm superiores, el contenido de materia
orgánica subió a 4 % en 10 años. Ello implica
una acumulación de aproximadamente 1 t C/ha/año durante
ese período.
Cabe aclarar que no siempre que se establezca un
sistema de siembra directa de cultivos ocurre dicha acumulación.
Si el punto de partida es un campo natural o un suelo que ha estado
durante muchos años bajo pradera o con vegetación
de gramíneas perennes, es de esperar que ocurra un descenso
en el contenido de materia orgánica. Ello se debe a que el
aporte de residuos vegetales, que es muy alto en campo natural y
praderas, disminuye cuando se instalan cultivos anuales o cuando
se comienza a aplicar un sistema muy extractivo (por ejemplo con
producción de fardos o silo).
El tema de la dinámica del carbono del suelo
está siendo abordado en el proyecto "Viabilización
de la siembra directa en sistemas mixtos de producción"
del Plan Indicativo de Mediano Plazo del INIA.
2) Reducción de la erosión de suelo
Otro cambio que sucede cuando se incorpora la siembra
directa es una drástica reducción de la erosión
hídrica. Es un hecho conocido que la erosión actúa
arrastrando selectivamente las fracciones más finas (arcilla)
del suelo, y también es sabido que la materia orgánica
está fuertemente asociada a estas partículas más
finas. Los sedimentos enriquecidos en carbono terminan en corrientes
de agua superficiales, en donde la materia orgánica es atacada
por microorganismos resultando en CO2 y agua como principales productos
finales.
Resultados de parcelas de escurrimiento obtenidos
en La Estanzuela (García Préchac 1991) muestran que
la erosión de suelos en sistemas agrícola-ganaderos
con labranza convencional fue de 4 a 7 veces la observada en sistemas
similares con siembra directa. Pérdidas por erosión
de 0,5 t C/ha/año y mayores son comunes en los sistemas con
laboreo convencional. Las mismas serían prácticamente
evitadas en siembra directa.
3) Reducción del uso de combustibles fósiles
El consumo de combustible es usualmente menor en
sistemas de siembra directa que con laboreo convencional. Ello resulta
en una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero
que, según estimaciones del USDA, serían de hasta
50 %. Sin embargo, es necesario considerar el balance energético
total, lo cual implica tener en cuenta el uso de petróleo
para la construcción de las maquinarias, y para la elaboración
y transporte de los insumos, en particular los fertilizantes nitrogenados.
Si la fertilización nitrogenada es mayor con siembra directa
que con laboreo, es de esperar que la diferencia de 50% expresada
más arriba se vea disminuida. Este tema fue abordado con
más detalle en el boletín Serie Técnica No.
50 del INIA (Martino 1994, p.12).
4) Siembra de pasturas
Las forrajeras perennes (gramíneas, alfalfa)
producen importantes cantidades de biomasa subterránea, que
tiene una tasa de descomposición relativamente baja si se
la compara con la biomasa aérea. La siembra de pasturas (en
especial si se hace con siembra directa) puede contribuir al secuestro
de importantes cantidades de carbono. Según estimaciones
de la DINAMA (MVOTMA, Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero,
1998) la siembra de 700.000 ha de pasturas ocurrida en el período
1970-1994 habría resultado en una acumulación de 3
millones t C/ha/año en los suelos. El ensayo clásico
de rotaciones de La Estanzuela (Díaz, Morón y Baethgen
1994) mostró que, luego de 30 años de aplicación
de los tratamientos, el suelo bajo una rotación de cultivos
y pasturas tenía entre 15 y 20 t C/ha más que bajo
agricultura continua. Ello implica una diferencia de 0,5 t C/ha/año.
La utilización de pasturas artificiales tendría
un beneficio adicional desde el punto de vista de la generación
de créditos de carbono, que sería cuantitativamente
muy importante, especialmente si se trata de pasturas establecidas
sobre campo natural en esquemas de producción ganadera extensiva.
Los gases metano y óxido nitroso resultantes de la producción
animal (fermentación ruminal y denitrificación de
nitratos resultantes de las heces y orina, respectivamente) tienen
un alto potencial de calentamiento de la atmósfera (21 y
310 veces superiores a los del CO2, respectivamente). Su nivel de
emisión es tanto más alto cuanto peor sea la calidad
de la dieta animal y menores sean los niveles de productividad.
Una intensificación de la producción como la que determinaría
la siembra de pasturas puede resultar en reducciones importantes
de las emisiones de estos gases.
5) Emisiones de óxido nitroso
El óxido nitroso (N2O) es uno de los productos
de la denitrificación, proceso de respiración microbiana
del suelo que ocurre en condiciones de anaerobiosis. Las condiciones
agroecológicas de Uruguay (suelos pesados poco permeables,
abundancia de nitratos y carbono soluble, excesos de lluvia frecuentes,
e inviernos con temperaturas suaves) determinan un alto potencial
de ocurrencia de este proceso, el cual podría ser responsable
de importantes pérdidas de nitrógeno en los sistemas
agrícola-ganaderos. La adopción de la siembra directa
podría conducir a mayor frecuencia de anaerobiosis (los suelos
tienen menor porosidad y se saturarían más fácilmente),
aunque también es de esperar menor disponibilidad de carbono
soluble y nitrato, por lo que el resultado en cuanto a la tasa de
denintrificación es incierto. Los resultados obtenidos en
La Estanzuela hasta el presente (Celano y Martino 1999, 2000) muestran
que la pérdida total de N sería de similar magnitud
en ambos sistemas de laboreo, pero la emisión de N2O es mayor
bajo laboreo convencional (la denitrificación tiene como
productos principales a dos gases: N2 -ambientalmente inocuo- y
N2O). Ello implicaría que la siembra directa también
podría generar créditos de carbono equivalentes a
la reducción en la emisión de óxido nitroso.
El tema de la emisión de óxido nitroso
también está siendo abordado en el proyecto "Viabilización
de la siembra directa en sistemas mixtos de producción".
6) Riego
La utilización del riego tiene como
consecuencia un incremento en la producción de biomasa y,
por consiguiente, en las cantidades de residuos vegetales que son
aportados anualmente a los suelos. Ello resultaría en un
incremento en el contenido de carbono de los suelos. No hay información
disponible al respecto a nivel nacional. El sistema de producción
bajo riego instalado en La Estanzuela en 1998 podrá servir
de base para la obtención de datos sobre la dinámica
de carbono en estas condiciones.
Este artículo se reproduce con permiso
expreso de la fuente, www.e-campo.com.
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