Cambio Climático. Efecto Invernadero
La Década de los 90 abrió un
periodo de reflexión, a nivel internacional, sobre los problemas
del medio ambiente. Como producto, desde el ámbito científico,
se busca comprender las causas y consecuencias de los cambios climáticos.
La contrapartida, desde la comunidad internacional, han sido un
conjunto de tratados internacionales que intentan consensuar
criterios y generar acciones para el desarrollo de políticas
que permitan limitar o reducir los efectos del cambio climático
para las distintas especies. Dentro de la legislación internacional,
se destaca, por su importancia, la Convención Marco de la
Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que presenta respuestas
frente a distintos aspectos de este problema como el calentamiento
Global, la población y el consumo, y la financiación
de las soluciones.
Efecto invernadero
A largo plazo la Tierra debe liberar al espacio la
misma cantidad de energía que absorbe del sol. La energía
solar llega en forma de radiación de onda corta, parte de
la cual es reflejada por la superficie terrestre y la atmósfera.
Sin embargo, la mayor parte pasa directamente a través de
la atmósfera para calentar la superficie de la Tierra. Ésta
se desprende de dicha energía enviándola nuevamente
al espacio en forma de radiación infrarroja, de onda larga.
El vapor de agua, el dióxido de carbono y
los otros "gases de efecto invernadero" que existen en
forma natural en la atmósfera, absorben gran parte de la
radiación infrarroja ascendente que emite la Tierra, impidiendo
que la energía pase directamente de la superficie terrestre
al espacio. A su vez, procesos de acción recíproca
(como la radiación, las corrientes de aire, la evaporación,
la formación de nubes y las lluvias) transportan dicha energía
a las capas altas de la atmósfera y de ahí se libera
al espacio. Afortunadamente este proceso es muy lento e indirecto,
ya que si la superficie de la Tierra pudiera irradiar libremente
la energía, nuestro planeta sería un lugar frío
y sin vida, tan desolado y estéril como Marte.
Al aumentar la capacidad de la atmósfera para.
absorber la radiación infrarroja, las emisiones de gases
de efecto invernadero alteran la forma en que el clima mantiene
el equilibrio entre la energía incidente y la irradiada.
De no registrarse ningún otro cambio adicional, la duplicación
de la concentración de gases de efecto invernadero de larga
vida proyectada para comienzos del próximo siglo reduciría
en un 2 por ciento la proporción de energía que nuestro
planeta emite al espacio. La energía no puede acumularse
sin más: el clima deberá adaptarse de alguna manera
para deshacerse de ese excedente, y si bien un 2 por ciento puede
no parecer mucho, tomando a la Tierra en su conjunto, ello equivale
a retener el contenido energético de 3 millones de toneladas
de petróleo por minuto.
Los científicos señalan
que estamos alterando el "motor" energético que
acciona el sistema climático. Algo tiene que cambiar para
atenuar el impacto.
Introducción
La década de 1990 ha sido un período de reflexión
a nivel internacional sobre los problemas del medio ambiente. ¿Qué
estamos haciendo con nuestro planeta? Nos estamos percatando cada
vez más que la Revolución Industrial ha cambiado para
siempre la relación entre el hombre y la naturaleza.
Cunde la preocupación de que tal vez hacia
mediados o finales del próximo siglo las actividades del
hombre habrán cambiado las condiciones esenciales que hicieron
posible la aparición de la vida sobre la Tierra.
La Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático de 1992 forma parte de una serie
de acuerdos por medio de los cuales los países de todo el
mundo se han unido para hacer frente a este problema. Otros tratados
abordan cuestiones como la contaminación marina, la desertificación,
el deterioro de la capa de ozono, y la rápida extinción
de especies animales y vegetales. La Convención sobre el
Cambio Climático enfoca un problema especialmente inquietante:
estamos alterando la forma en que la energía solar interactúa
con la atmósfera y escapa de ella y esto quizás modifique
el clima mundial. Entre las consecuencias posibles podría
producirse un aumento de la temperatura media de la superficie de
la Tierra y cambios en las pautas meteorológicas a escala
mundial.
Tampoco se pueden descartar otros efectos imprevistos.
Hay algunas problemas a los que debemos hacer frente:
El Cambio Climático
Hace alrededor de 65 millones de años un asteroide gigante
entró en colisión con la Tierra. Cataplum! Según
las estimaciones científicas, el choque arrojó tanto
polvo a la atmósfera que dejó al mundo en tinieblas
durante tres años. La luz solar se redujo en gran medida,
impidiendo el crecimiento de numerosas plantas, las temperaturas
descendieron, la cadena alimenticia se rompió y muchas especies
desaparecieron, incluida la mayor que existiera sobre la faz de
la Tierra.
Tal es, cuando menos, una teoría dominante
que explica la extinción de los dinosaurios; incluso aquellos
que no fueron alcanzados directamente por el asteroide, sucumbieron
a la postre.
La catástrofe que dio cuenta de los dinosaurios
es sólo una ilustración -si bien dramática-
de cómo el cambio climático puede fomentar el desarrollo
de una especie o liquidarla.
Según otra teoría, los seres humanos
evolucionaron cuando las temperaturas mundiales descendieron considerablemente
y las precipitaciones disminuyeron hace unos seis millones de años.
Los primates superiores parecidos a los simios del Great Rift Valley
en Africa solían refugiarse en los árboles, pero como
consecuencia de esta variación climática de larga
duración, los bosques fueron reemplazados por praderas. Los
"simios" se encontraron en una planicie vacía mucho
más fría y seca que su medio anterior y sumamente
vulnerables ante los predadores.
La desaparición total era una posibilidad
concreta y los primates aparentemente se adaptaron con dos saltos
evolutivos: primero adoptaron la postura erecta, que les ' permitió
recorrer largas distancias a pie, con las manos libres para transportar
hijos y alimentos; y luego sus cerebros se volvieron mucho más
voluminosos, aprendieron a manejar instrumentos y se convirtieron
en omnívoros (consumidores de carne y verduras). Generalmente
se considera a este segundo ser con un cerebro más desarrollado,
como el primer humano.
A partir de entonces, las variaciones climáticas
han modelado el destino de la humanidad, y el ser humano ha reaccionado
en gran medida adaptándose, emigrando y desarrollando su
inteligencia. Durante las últimas glaciaciones, los niveles
de los océanos descendieron y los seres humanos se desplazaron
a través de puentes continentales desde el Asia hacia las
Américas y las islas del Pacífico. Desde entonces
se han registrado numerosas migraciones, innovaciones y también
catástrofes. Algunas de estas han tenido su origen en pequeñas
fluctuaciones climáticas, con unos pocos decenios o siglos
de temperaturas levemente superiores o inferiores a la media, o
sequías prolongadas. La más conocida es la Pequeña
Era Glaciar, registrada en Europa a comienzos de la Edad Media que
provocó hambrunas, insurrecciones y el abandono de las colonias
septentrionales en Islandia y Groenlandia. El hombre ha soportado
durante milenios los caprichos climáticos, recurriendo a
su ingenio para adaptarse, incapaz de influir en fenómenos
de tal magnitud.
Eso era hasta ahora. Paradójicamente, el éxito
notable que hemos logrado como especie bien puede habernos llevado
a un callejón sin salida. El crecimiento demográfico
ha alcanzado un punto tal que haría muy difícil una
migración en gran escala en caso de que un cambio climático
de grandes proporciones la hiciera necesaria y los productos de
nuestra inteligencia (industrias, transportes, etc.) han conducido
a una situación desconocida en el pasado. Anteriormente el
clima mundial hacía cambiar a los seres humanos; ahora parece
que estos últimos están cambiando el clima. Los resultados
todavía son inciertos, pero si las predicciones actuales
se confirman, el cambio climático que tendrá lugar
en el próximo siglo será de una amplitud sin precedentes
desde los albores de la civilización humana.
El principal cambio que se ha registrado hasta la
fecha ha sido en la atmósfera terrestre. El asteroide gigante
que terminó con los dinosaurios arrojó grandes nubes
de polvo en el aire, pero nosotros estamos causando fenómenos
de dimensiones similares, aunque en forma más sutil. Hemos
provocado, y continuamos haciéndolo, un cambio en el equilibrio
de los gases que componen la atmósfera, y ello es particularmente
cierto con relación a los "gases de efecto invernadero"
principales, como el dióxido de carbono (CO2), el metano
(CH4) y el óxido nitroso (N2O). (A pesar de que el vapor
de agua es el gas termoactivo más importante, las actividades
del hombre no lo afectan directamente). Estos gases, que se encuentran
normalmente presentes en la atmósfera, representan menos
de una décima parte del 1 por ciento de la atmósfera
total, compuesta principalmente de oxígeno (21 por ciento)
y nitrógeno (78 por ciento), pero son vitales porque actúan
como una manta natural alrededor de la Tierra, sin la cual la superficie
de nuestro planeta sería cerca de 30°C más fría
que en la actualidad.
El problema estriba en que la actividad del hombre
está "espesando" la manta. Por ejemplo, cuando
quemamos carbón, petróleo y gas natural, liberamos
cuantiosos volúmenes de dióxido de carbono en el aire,
al igual que cuando destruimos los bosques, dejamos escapar a la
atmósfera el carbono almacenado en los árboles. Otras
actividades esenciales, como la cría de ganado y el cultivo
de arroz, también emiten metano, óxido nitroso y otros
gases de efecto invernadero. Si las emanaciones continúan
aumentando al ritmo actual, es casi seguro que en el siglo XXI los
niveles de dióxido de carbono en la atmósfera duplicarán
los registros preindustriales y si no se toman medidas para frenar
dichas emisiones, es muy probable que los índices se triplicarán
para el año 2100.
De acuerdo con el consenso científico, el
resultado más directo podría ser un "calentamiento
de la atmósfera mundial" del orden de 1 a 3,5°C
durante los próximos 100 años. A esto se debe sumar
un manifiesto incremento de temperatura de un 0,5°C desde el
período preindustrial anterior a 1850, parte del cual sería
producto de emisiones anteriores de gases de efecto invernadero.
Es difícil pronosticar en qué medida
esta situación podría afectarnos, dado que el clima
mundial es un sistema sumamente complejo. Si se alterara un aspecto
clave como la temperatura media global, las ramificaciones tendrían
un largo alcance. Los efectos inciertos se adicionan: por ejemplo,
podría cambiar el régimen de vientos y lluvias que
ha prevalecido durante cientos y miles de años y del cual
depende la vida de millones de personas; podría subir el
nivel de los mares y amenazar islas y zonas costeras bajas. En un
mundo cada vez más poblado y sometido a mayores tensiones,
que ya tiene suficientes problemas por resolver, esas presiones
adicionales podrían conducir directamente a nuevas hambrunas
y otras catástrofes.
Al tiempo que los científicos se esfuerzan
por comprender con mayor precisión los efectos de las emisiones
de gases termoactivos, la comunidad internacional se ha unido recientemente
para hacer frente a este problema.
Respuesta de la Convención
Reconoce que el problema existe. Este es un avance significativo.
No es tarea fácil que las diferentes naciones del mundo se
pongan de acuerdo para adoptar un plan de acción común,
en particular uno que trate un problema cuyas consecuencias son
inciertas y que tendrá mayor importancia para el destino
de nuestros nietos que para nuestra generación. Aun así,
en poco más de dos años, 165 Estados negociaron y
firmaron la Convención y actualmente más de 140 países
que ya la han ratificado se hallan jurídicamente vinculados
en virtud de la misma. El tratado entró en vigor el 21 de
marzo de 1994.
Establece un "objetivo final" de estabilizar
"la concentración de gases de efecto invernadero en
la atmósfera a niveles que impidan interferencias antropogénicas
(de origen humano) peligrosas en el sistema climático".
El objetivo no especifica cuáles deberían ser esos
niveles de concentración; sólo estipula que no deben
ser peligrosos. Se reconoce así que actualmente no existe
una certeza científica acerca de los índices que podrían
catalogarse de peligrosos. Los investigadores piensan que llevará
otra década (y la próxima generación de supercomputadoras)
el reducir las incertidumbres actuales o gran número de ellas)
en forma apreciable. De ahí que el objetivo de la Convención
mantenga su validez independientemente de la evolución de
la ciencia.
Indica que "ese nivel debería lograrse
en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten
naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción
de alimentos no, se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico
prosiga de manera sostenible". Ello realza la preocupación
principal respecto a la producción alimentaria -probablemente
la actividad humana más dependiente del clima- y al desarrollo
económico. Sugiere asimismo (cosa que comparte la mayoría
de los climatólogos) que un cierto cambio es inevitable y
es necesario tomar medidas de adaptación y prevención.
A su vez ello da lugar a diversas interpretaciones
a la luz de los descubrimientos científicos así como
de las concesiones recíprocas y los riesgos que la comunidad
internacional está dispuesta a aceptar.
Amenazas y soluciones
El cambio climático es una amenaza para la humanidad, pero
nadie puede determinar con seguridad sus futuros efectos o la magnitud
de éstos. La reacción ante esa amenaza seguramente
será costosa, compleja y difícil. Hay incluso desacuerdo
sobre si realmente existe un problema: mientras numerosas personas
temen la extrema gravedad de los efectos, otras argumentan que los
científicos no pueden dar pruebas irrefutables de que sus
previsiones se harán realidad. Además, no está
claro quienes son los que sufrirán más en las diversas
regiones del mundo. Sin embargo, si la comunidad internacional espera
a que aparezcan las consecuencias y las primeras víctimas,
probablemente será muy tarde para actuar. ¿Qué
se debe hacer?
La verdad es que en casi todos los círculos
científicos la cuestión ya no es si el cambio climático
es un problema potencialmente grave, sino en qué forma se
manifestará, cuáles serán sus repercusiones
y cuál será la mejor forma de detectarlas. Los modelos
de computadora de algo tan complicado como el sistema climático
de nuestro planeta no son aún lo suficientemente avanzados
para brindar respuestas claras y concluyentes. No obstante, si bien
el cuándo, dónde y cómo no está definido,
el panorama que se desprende de estos modelos climáticos
nos lanza señales de alarma.
Por ejemplo:
Los regímenes de precipitaciones regionales
podrían variar. Se prevé que el ciclo de evapotranspiración
se acelerará a nivel mundial y ello implica que lloverá
más, pero que las lluvias también se evaporarán
más rápidamente, volviendo los suelos más secos
durante los períodos críticos de la temporada de cultivo.
Nuevas sequías, o más intensas, en particular en los
países más pobres, podrían disminuir el abastecimiento
de agua potable hasta el punto que ello podría convertirse
en una amenaza grave para la salud pública. Dado que los
científicos todavía no tienen entera confianza en
los pronósticos regionales, no se aventuran a definir con
precisión las zonas del mundo expuestas a volverse más
húmedas o más secas, pero, habida cuenta de que los
recursos hídricos mundiales ya se hallan bajo una gran presión
en virtud del rápido crecimiento demográfico y la
expansión de las actividades económicas, el peligro
de que ello ocurra es bien real.
Las zonas climáticas y agrícolas podrían
desplazarse hacia los polos. Se prevé que en las regiones
de latitud media el desplazamiento será de entre 200 y 300
km. por cada grado Celsius de calentamiento. Veranos más
secos disminuirían el rendimiento de los cultivos en un lo
a 30 por ciento, y es posible que las principales zonas cerealeras
actuales (como las Grandes Llanuras de los Estados Unidos) experimenten
sequías y golpes de calor más frecuentes. Los bordes
septentrionales de las zonas agrícolas de latitud media (el
norte del Canadá, Escandinavia, Rusia y el Japón en
el hemisferio norte, y el sur de Chile y la Argentina en el hemisferio
austral), se beneficiarían de temperaturas más elevadas.
Sin embargo, en algunas regiones la escabroso de los terrenos y
la pobreza de los suelos impedirían a esos países
compensar la merma de rendimiento de las zonas hoy más productivas.
El derretimiento de los glaciares y la dilatación
térmica de los océanos podrían aumentar el
nivel del mar, amenazando las zonas costeras bajas e islas pequeñas.
El nivel medio global del mar ya ha subido cerca de 15 cm en el
último siglo y se prevé que el calentamiento de la
Tierra ocasionará un aumento adicional de alrededor de 18
cm para el año 2030. De mantenerse la actual tendencia de
las emisiones de gases termoactivos, ese aumento podría llegar
a los 65 cm por encima de los niveles actuales antes del año
2100. Las tierras más vulnerables serían las regiones
costeras desprotegidas y densamente pobladas de algunos de los países
más pobres del mundo. Entre las víctimas probables
se contaría Bangladesh, cuyas costas ya son propensas a inundaciones
devastadoras, al igual que muchos pequeños estados insulares,
como las Maldivas.
Estas hipótesis son lo suficientemente alarmantes
para causar preocupación, pero demasiado inciertas para permitir
a los gobiernos tomar medidas de acción concretas. El panorama
es confuso: es comprensible que algunos gobiernos, acosados por
otros problemas, responsabilidades y deudas que atender, se vean
tentados a no hacer absolutamente nada. Quizás el peligro
se aleje, o algún otro se encargará de él;
tal vez otro asteroide gigante chocará con la Tierra, ¿quién
puede saberlo?
Respuesta de la Convención
Establece un marco y un procedimiento para acordar las medidas especificas
que será necesario adoptar más adelante. Los diplomáticos
que redactaron la Convención Marco sobre el Cambio Climático
la consideraron como el punto de partida de otras posibles medidas
futuras. Reconocieron que no era posible que en 1992 los gobiernos
convinieran en un plan básico detallado para hacer frente
al cambio climático, al establecer un marco institucional
y de principios generales e iniciar un procedimiento que les permitiera
a los gobiernos reunirse periódicamente, pero se dio el primer
paso en esa dirección.
Una ventaja esencial de este enfoque es que permite
a los países comenzar a debatir una cuestión antes
de que estén todos de acuerdo en que efectivamente constituye
un problema. Incluso los países escépticos consideran
que su participación es útil (o, en otras palabras,
les incomodaría quedar al margen) y ello otorga legitimidad
a la causa y crea una especie de presión recíproca
entre los miembros de la comunidad internacional para tratar seriamente
el tema.
La Convención ha sido concebida de forma que
permita a los países reforzar o atenuar sus disposiciones
de acuerdo con los últimos descubrimientos científicos.
Por ejemplo, pueden convenir en adoptar medidas más específicas
(como reducir en un cierto grado las emisiones de los gases de efecto
invernadero), aprobando "enmiendas" o "protocolos"
a la Convención.
El tratado fomenta la adopción de esas medidas,
a pesar de las incertidumbres derivadas de la reciente evolución
en el derecho y la diplomacia internacionales de lo que se ha dado
en llamar el "principio precautorio". En el derecho internacional
tradicional en general no se puede restringir o prohibir una actividad
a menos que se demuestre la existencia de un vínculo causal
entre dicha actividad y un daño particular. Por tanto, no
se puede hacer frente a muchos problemas ambientales, como el daño
sufrido por la ozonosfera y la contaminación marina, si se
exige una prueba concluyente de la relación de causa y efecto.
En consecuencia, la comunidad internacional ha ido gradualmente
aceptando el principio precautorio, según el cual aquellas
actividades que pueden causar daños graves o irreversibles
pueden restringirse o, incluso prohibirse, antes de que exista la
certeza científica absoluta de sus repercusiones.
Adopta las medidas preliminares que por ahora son
claramente las más razonables. Los países que ratifican
la Convención -en la jerga diplomática las "Partes
en la Convención"- convienen en tener en cuenta el cambio
climático en esferas tales como: agricultura, energía,
recursos naturales y actividades relacionadas con las zonas costeras
y en promover la elaboración de planes nacionales a los efectos
de atenuar el cambio climático. La Convención alienta
a las Partes a compartir las tecnologías y a cooperar por
otros medios a fin de limitar las emanaciones de gases termoactivos,
especialmente las procedentes de los siguientes sectores: energía,
transporte, industria, agricultura, silvicultura y gestión
de desechos, sectores que en conjunto producen la casi totalidad
de las emisiones de gases de efecto invernadero atribuibles a la
actividad humana.
Fomenta las investigaciones científicas sobre
el cambio climático. El tratado exige que se lleve a cabo
una labor de investigación, observación y recopilación
de datos sobre el clima y crea un "órgano subsidiario
de asesoramiento científico y tecnológico" con
objeto de ayudar a los gobiernos a decidir el curso de acción
futura. Cada Estado Parte debe asimismo presentar un "inventario"
de las fuentes nacionales de las emisiones de los gases de efecto
invernadero (como fábricas y transportes) y los "sumideros"
nacionales (bosques y otros ecosistemas naturales que absorben los
gases termoactivos de la atmósfera). Dichos inventarios deberán
actualizarse periódicamente y hacerse de dominio público.
La información proporcionada sobre el volumen de las emisiones
de cada gas correspondiente a las distintas actividades será
esencial para vigilar las variaciones de las emisiones y determinar
la eficacia de las medidas adoptadas para limitarlas.
Calentamiento global
Hay una injusticia fundamental en el problema del
cambio climático, que exacerba a las relaciones ya problemáticas
entre las naciones ricas y pobres. Los países con los niveles
de vida más altos han sido los más responsables (aunque
inconscientemente) del aumento de los gases de efecto invernadero:
las primeras regiones industrializadas (Europa, América del
Norte, Japón y otras) consolidaron su riqueza en parte dejando
escapar a la atmósfera grandes cantidades de gases de efecto
invernadero, mucho antes de que se conocieran sus consecuencias
probables. Los países en desarrollo ahora temen que se les
diga que deben limitar sus actividades industriales en ciernes,
puesto que la atmósfera ha llegado a su límite de
tolerancia.
Habida cuenta de que las emanaciones derivadas de
la utilización de energía constituyen la causa principal
del cambio climático, habrá una creciente presión
para que todos los países reduzcan el consumo de carbón
y petróleo. También habrá presiones (e incentivos)
para que se adopten tecnologías avanzadas tendientes a limitar
los perjuicios en el futuro, pero el costo de éstas puede
ser elevado.
Los países que se hallan en las primeras etapas
de industrialización y que bregan para ofrecer una mejor
vida a sus habitantes no quieren este tipo de cargas adicionales:
el desarrollo económico ya es suficientemente difícil.
¿Cómo podrían progresar si aceptaran disminuir
el uso de los combustibles fósiles, que son los más
baratos, convenientes y útiles para las industrias?
Hay otras injusticias que van aparejadas al problema
del cambio climático. Los países del mundo en desarrollo
serán probablemente los que más sufran si se confirman
las consecuencias previstas (desplazamiento de zonas agrícolas,
aumento del nivel del mar y variaciones en el régimen de
lluvias). Estos países simplemente carecen de los recursos
científicos y económicos o de los sistemas de seguridad
social necesarios para hacer frente a las repercusiones de la perturbación
del clima. Además, en muchos de esos países el rápido
crecimiento demográfico ha obligado a muchos millones de
personas a asentarse en tierras marginales y son precisamente éstas
las que pueden padecer los efectos más drásticos de
las variaciones climáticas.
Respuesta de la Convención
Atribuye a los países ricos la mayor cuota de responsabilidad
en la lucha contra el cambio climático ... y la parte del
león de la factura a pagar. La Convención toma nota
de que la mayor parte de las emisiones del pasado y las actuales
tienen su origen en los países desarrollados. Su principio
cardinal es que estos países deben encabezar la lucha contra
el cambio climático y sus impactos adversos. El tratado enuncia
obligaciones específicas en materia de transferencias financieras
y tecnológicas que se aplican únicamente a los 24
países desarrollados que son miembros de la Organización
de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) (con
excepción de México, que se adhirió a la OCDE
en 1994). Éstas han acordado apoyar las actividades relativas
al cambio climático en los países en desarrollo, proporcionando
un apoyo financiero adicional a toda asistencia financiera que ya
presten a esos países.
Obligaciones específicas de limitar las emanaciones
de los gases de efecto invernadero y acrecentar los sumideros naturales
recaen en los países de la OCDE y en los 12 países
con "economías en transición", es decir,
los países de Europa Central y del Este y la antigua Unión
Soviética. Aunque las negociaciones concluyeron en un texto
poco claro, se acepta en general que para el año 2000 los
países de la OCDE y los países con economías
en transición deben intentar reducir sus emisiones de gases
termoactivos por lo menos al nivel que tenían en 1990.
Reconoce el derecho de las naciones más pobres
al desarrollo económico. Observa que la contribución
de los países en desarrollo a las emisiones mundiales de
gases de efecto invernadero irá en aumento a medida que éstos
amplíen sus industrias para mejorar las condiciones sociales
y económicas de sus habitantes.
Admite la vulnerabilidad de los países más
pobres a los efectos del cambio climático. Uno de los principios
esenciales de la Convención es que las medidas que se adopten
deberán reflejar una "plena consideración"
de las necesidades y circunstancias específicas de los países
en desarrollo, en particular aquellos cuyos frágiles ecosistemas
los hacen altamente vulnerables al cambio climático. La Convención
reconoce también que los Estados que dependen de las exportaciones
de carbón y petróleo experimentarán dificultades
si varía la demanda de energía.
Población y Consumo
A medida que la población mundial aumenta, se incrementa
la demanda de los recursos naturales, que se acentúa aún
más con el rápido aumento del número de individuos
que también quieren vivir mejor: más y mejor comida;
mayor cantidad de agua y más limpia; más electricidad,
refrigeradores, automóviles, casas y apartamentos; terrenos
en los que construir esas casas y apartamentos...
Ya se plantean problemas graves para abastecer de
agua potable a los miles de millones de habitantes de todo el mundo.
Las poblaciones en vías de expansión están
agotando el agua de ríos y lagos y los grandes mantos acuíferos
subterráneos están disminuyendo constantemente. ¿Qué
haremos cuando estos depósitos naturales se vacíen?
También hay problemas para cultivar y abastecer a todos de
suficientes alimentos: testimonio de ello son las extensas hambrunas
registradas en muchas partes del mundo. Hay otras señales
de alarma: el volumen de pesca mundial se ha reducido considerablemente;
a pesar del tamaño de los océanos, las especies más
valiosas se han pescado tan eficazmente que han desaparecido.
El calentamiento de la atmósfera es un ejemplo
particularmente ominoso del insaciable apetito del hombre por los
recursos naturales. En el curso del siglo pasado hemos extraído
y quemado depósitos ingentes de carbón, petróleo
y gas natural que llevaron millones de años en acumularse.
Nuestra capacidad para quemar combustibles fósiles a un ritmo
muchísimo más rápido que lo que llevó
crearlos ha perturbado el equilibrio natural del ciclo del carbono.
La amenaza del cambio climático se presenta porque una de
las pocas formas en que la atmósfera, que también
es un recurso natural, puede reaccionar ante las vastas cantidades
de carbono liberado del subsuelo terrestre, es calentarse.
Entretanto, las expectativas del hombre no menguan
sino que van en aumento. Los países del "Norte"
industrializado representan el 20% de la población mundial,
pero utilizan alrededor del 80% de los recursos de la Tierra: para
las pautas mundiales, viven sumamente bien. Es agradable llevar
una buena vida, pero si cada persona consumiera tanto como los americanos
del norte o los europeos occidentales -y eso es a lo que aspiran
miles de millones de personas- probablemente no habría suficiente
agua potable y otros recursos naturales vitales para todos. ¿Cómo
podremos satisfacer esas crecientes expectativas cuando ya el mundo
se halla bajo tanta presión?
Respuesta de la Convención
Apoya el concepto del "desarrollo sostenible". La humanidad
tiene que aprender de alguna manera a aliviar la pobreza de un enorme
y creciente número de personas sin destruir el medio natural
del que depende toda la vida humana. Deberán hallarse nuevas
pautas para que el desarrollo económico sea sostenible a
largo plazo y el término clave que circula entre ambientalistas
y burócratas internacionales para enfrentar este reto es
el de "desarrollo sostenible". La solución sería
idear métodos que nos permitieran vivir bien utilizando los
recursos naturales críticos a un ritmo que no supere el que
sea necesario para su reposición. Desafortunadamente, la
comunidad internacional está mucho más avanzada en
definir los problemas que plantea el desarrollo sostenible, que
en concebir la forma de resolverlos.
Alienta a fomentar y compartir las tecnologías
y los conocimientos prácticos ambientalmente idóneos.
La tecnología desempeñará sin duda un papel
primordial en la lucha contra el cambio climático. si somos
capaces de concebir fórmulas prácticas para utilizar
fuentes de energía menos contaminantes, como la energía
solar por ejemplo, podremos reducir el consumo de carbón
y petróleo. La nueva tecnología con la misma cantidad
de recursos podrá hacer que los procesos industriales sean
más eficientes, la purificación del agua más
viable, y la agricultura más productiva. Tal tecnología
deberá estar al alcance de todos: de alguna forma los países
más ricos y científicamente más avanzados deberán
compartirlas con las naciones más pobres, que tanto las necesitan.
Hace hincapié en la necesidad de informar
al público acerca del cambio climático. Los jóvenes
de hoy y las generaciones futuras deberán aprender a observar
el mundo desde una perspectiva diferente de la que ha prevalecido
durante el siglo XX. Esta es una vieja idea, que también
hoy es de actualidad. Muchas culturas preindustriales (¡no
todas!) vivían en equilibrio con la naturaleza; hoy las evidencias
científicas nos enseñan que debemos hacer lo mismo.
El desarrollo económico ya no es más un asunto de
"cuanto más grande, mejor"; automóviles,
casas, captura de peces, volúmenes de petróleo y carbón
más grandes. Debemos dejar de considerar el progreso del
hombre como una cuestión de imponernos a nuestro medio natural.
El mundo, es decir, el clima y todos los seres vivos, es un sistema
cerrado: todo lo que hacemos tiene repercusiones que en última
instancia nos afectarán. Los niños de mañana
- y desde luego los adultos de hoy - tendrán que aprender
a considerar las consecuencias de sus acciones sobre el clima; cuando
tomen decisiones como integrantes del gobierno o del sector empresarial
o en el ámbito de la vida privada deberán tener en
cuenta el sistema climático.
En otras palabras, tendrá que cambiar el comportamiento
humano y probablemente cuanto antes mejor. Sin embargo, ello es
difícil de prescribir y pronosticar: tómese, por ejemplo,
la cuestión de determinar los sacrificios que incumben a
cada individuo para preservar el clima mundial. Ello nos conduce
al siguiente problema.
Financiación de las soluciones
¿Quién tiene la energía, el tiempo o el dinero
suficiente para hacer frente al cambio climático, cuando
hay que resolver tantos otros problemas?
Respuesta de la Convención
Ha empezado con cautela y por el momento no plantea demasiadas exigencias
(o requisitos); pero estén alerta. La Convención Marco
sobre el Cambio Climático es un tratado general con sólo
unos pocos requisitos específicos; luego podrán agregarse
otros y de mayor alcance, en forma de enmiendas y protocolos. Ello
ocurrirá a medida que avancen los conocimientos científicos
respecto al cambio climático y cuando la comunidad internacional,
que ya manifesta una reacción de "cansancio ante los
desastres", se haga a la idea de que debe enfrentar otra crisis
y sufragar sus costos. Guerras, hambrunas, el SIDA, el "agujero"
en la capa de ozono, las lluvias ácidas, la pérdida
de ecosistemas y especies... con todos estos problemas, es comprensible
que haya quienes se preguntan si no es mejor tirar la toalla.
Por supuesto que no podemos darnos por vencidos,
y si bien la Convención no puede pretender que todo se ha
solucionado, significa sí un comienzo y algunos hechos lo
atestiguan: los países desarrollados están preparando
sus planes nacionales con objeto de reducir para el año 2000
sus emisiones de gases de efecto invernadero al nivel de 1990 invirtiendo
así la tendencia histórica al aumento constante de
las emanaciones. Los países que han ratificado el tratado
están empezando a recopilar datos sobre sus emisiones y el
clima actual y es cada vez más frecuente que el público
y los gobiernos hablen y reflexionen acerca del cambio climático.
¿Qué ocurrirá luego? Poco a
poco los gobiernos que se comprometieron a controlar sus emisiones
han de comenzar a establecer criterios de emisión más
estrictos y a exigir una mayor reforestación. Algunos países
ya están dedicados a tales actividades. También desempeñarán
una función importante a administraciones locales y urbanas,
que a menudo, tienen responsabilidad directa en las esferas del
transporte, la vivienda, gestión de desechos y otros sectores
económicos generadores de gases termoactivos. Por ejemplo,
pueden empezar a concebir y construir mejores sistemas de transporte
público y ofrecer incentivos para que la gente los utilice
en lugar de sus automóviles y hacer más estrictas
las normas de construcción para que las nuevas casas y edificios
de oficinas puedan calentarse o refrescarse con menos combustible.
Entretanto, las empresas industriales tendrán que empezar
a adoptar nuevas tecnologías que utilicen los combustibles
fósiles y materias primas de forma más eficaz, y deberán
optar, siempre que sea posible, por fuentes de energía renovables,
como la energía eólica o solar. Deberán asimismo
adoptar nuevos diseños y fórmulas para los refrigeradores
y automóviles, Las mezclas de cemento y los fertilizantes,
de manera que generen menos emisiones de gases de efecto invernadero.
Los agricultores deberán buscar las tecnologías y
métodos que reduzcan las emisiones de metano procedentes
del ganado y los arrozales. Los simples ciudadanos también
han de disminuir su consumo de combustibles fósiles, por
ejemplo, utilizando más a menudo el transporte público,
evitando dejar la luz encendida en habitaciones vacías, y
despilfarrando menos los recursos naturales.
Puede parecer ingenuo esperar que se logren cambios
de comportamiento de esa magnitud. Sin embargo, es posible asumir
una conducta más responsable en defensa del clima. Es probable
que con el paso del tiempo y cuando se conozcan más a fondo
los peligros del cambio climático, tales medidas resultarán
mucho menos cándidas y más vitales para asegurar el
bienestar de la humanidad.
Uno de sus principios es repartir la carga de la
lucha contra el cambio climático. Este punto es importante.
La atmósfera es un recurso común que forma parte del
"patrimonio de la humanidad", y el tratado vela por que
todo sacrificio realizado para proteger dicho recurso sea compartido
de manera equitativa entre los países, de conformidad con
sus "responsabilidades comunes pero diferenciadas, sus capacidades
respectivas, así como sus condiciones sociales y económicas".
Ello significa, al menos así lo esperan los Estados Partes,
que las acciones que en definitiva deban emprenderse, serán
compartidas por un número suficiente de participantes para
que los sacrificios valgan la pena. Es más fácil sacrificarse
por una causa común cuando se está seguro de que todos
colaboran.
Conclusiones
El cambio climático podría tener consecuencias muy
profundas. Un asteroide gigante apareció 65 millones de años
atrás y acabó con los dinosaurios.
Al hacer frente al cambio climático provocado
por el hombre, los seres humanos tendrán que pensar en términos
de décadas y de siglos. La tarea recién comienza,
y muchos de los efectos de las variaciones climáticas no
se manifestarán sino al cabo de dos o tres generaciones.
En el futuro cada uno de nosotros oirá hablar de este problema,
y deberá vivir con él.
Para la convención Marco, que tiene esto muy
presente, el próximo siglo cuenta tanto como el actual. El
tratado ha establecido instituciones para apoyar los esfuerzos destinados
a cumplir con las obligaciones a largo plazo y vigilar la adopción
de medidas de largo alcance con la finalidad de minimizar el cambio
climático y adaptarse a sus efectos. El órgano supremo
de la convención es la conferencia de las Partes, en la que
se hallan representados todos los Estados que la han ratificado.
La conferencia de las Partes, que se reunió por vez primera
en marzo de 1995 y que seguirá reuniéndose anualmente,
fomentará y examinará la aplicación de la convención
y, si procede, reforzará sus disposiciones. Dos órganos
subsidiarios asistirán a la conferencia de las Partes: uno
en' materia de asesoramiento científico y tecnológico
y el otro en la esfera de ejecución. En el futuro, la conferencia
podrá asimismo adoptar disposiciones complementarias para
proveer a las necesidades específicas de la Convención.
El tratado también refleja una visión
coherente de las futuras perspectivas de la política mundial,
así como diversas hipótesis sobre el mejor medio de
resolver los problemas que se plantearán en el próximo
siglo. La convención, basada en un criterio de cooperación
y no de enfrentamiento da por sentado que los países sólo
podrán abordar con éxito los problemas como el cambio
climático si trabajan en forma mancomunada. Ha sido concebida
para un mundo multipolar en que numerosos países tienen la
influencia y el poder -necesarios para ejercer presiones colectivas,
con el fin de persuadir a otras naciones a cumplir sus obligaciones.
"Está permitida
su reproducción parcial o total. http://www.bioetica.org"
|