Reportaje al naturalista Juan Carlos Chebez
"La conservación bien entendida, admite el
desarrollo"
Juan Carlos nació en 1962
y desde muy joven comenzó a
incursionar en la conservación de la Naturaleza.
Autodidacta, logró el reconocimiento de sus pares
y tuvo una destacada actuación en la preservación
de la Selva Paranaense en la Provincia de Misiones. Actualmente
se desempeña en la Fundación de Historia
Natural Félix de Azara y en la Municipalidad de
San Isidro.
Cuéntanos sobre tus comienzos en la conservación
de la Naturaleza de nuestro país.
Nací en 1962 y comencé desde muy joven armando
un grupo ambientalista con compañeros del colegio,
el Instituto Fátima de Martínez. Era 1976
y no se hablaba mucho de ecología por ese entonces
en la Argentina. Desde allí comenzamos a conectarnos
con las pocas entidades que defendían el ambiente,
la Asociación Ornitológica del Plata, hoy
Aves Argentinas; la Asociación Natura, hoy integrada
de alguna manera con Aves Argentinas; y unos meses más
tarde, en el ´77 se crea la Fundación Vida
Silvestre Argentina. Estuvimos muy cerca de toda esa etapa
de nacimiento de esa fundación.
Interesados en hacer realidad el ideal que nos llegaba
más bien por televisión, a través
de Jacques Cousteau con sus documentales, o por el famoso
Félix Rodríguez de la Fuente, que ahora se
cumple el aniversario -treinta años- de su fallecimiento,
ocurrido mientras rodaba un documental en Alaska. Recuerdo
que en aquel momento esa noticia nos afectó. Sus
documentales en Venezuela, por ejemplo, fueron de los primeros
que mostraban la fauna sudamericana, nuestra misma fauna.
También su enciclopedia Salvat, en fascículos,
mostraba en la contratapa una especie en peligro de extinción.
Así es como empezamos a preguntarnos "¿Y
acá, en la Argentina, no hay especies en peligro
de extinción?".
Continué haciendo una carrera vocacional en este
tema, que me llevó, cuando hice el Servicio Militar
-en ese momento era obligatorio- a la Isla de Los Estados.
Tuve la suerte de conocer esa lejana isla con el apoyo
de la Armada para relevarla. Después, decididamente,
me integré a la conservación cuando la Fundación
Vida Silvestre Argentina me convoca a formar parte de sus
filas, tarea en la que estuve involucrado durante 8 años.
Más tarde, en el Ministerio de Ecología de
Misiones, trabajé como asesor de la Subsecretaría
de Ecología en 1987 y 1989. En 1990 fui convocado
por la Administración de Parques Nacionales, donde
primero cumplí funciones como Director de Manejo
de Recursos Naturales, luego Asesor de la Presidencia y,
finalmente -por concurso-, gané el cargo de Director
de la Delegación Regional Nordeste que implicó mi
mudanza a Iguazú, para trabajar en la selva misionera
y todo el NEA desde 1994 al 2002. Si bien yo me autodefino
como un naturalista y conservacionista, me interesa el
panorama nacional de los ambientes, de las especies y no
estoy a favor de la especialización.
Me parece que uno de los males de nuestra época
es la excesiva especialización. Creo que nuestros
gobernantes necesitan un generalista a su lado, no un especialista.
Hay excesivos especialistas que ven la rama y no ven ya
el árbol, lo cual implica que no se están
tomando medidas de conjunto para entender a la puna, para
entender la estepa patagónica, para entender el
bosque chaqueño. Por ejemplo, una cosa es el Chaco
Húmedo con sus crecientes, sus pulsos de inundación,
y otra muy distinta es el Chaco Seco, con sus fuegos que
mantenían las pampas naturales, el fuego era parte
del ecosistema y no era de temer.
Para conocer estas relaciones hay que entrar en el monte,
hay que recorrer y embarrarse. Tuve la suerte, en todos
esos años, de ir recorriendo y conociendo el país.
Actualmente me estoy desempeñando en la Fundación
de Historia Natural Félix de Azara, una destacada
ONG, que inicia sus actividades en los comienzos de este
siglo, la cual se dedica a la defensa del patrimonio natural
y cultural de los argentinos en el Área de Biodiversidad.
Además estoy "prestado" al Municipio de
San Isidro como Director de Ecología y Conservación
de la Biodiversidad, un área nueva que se creó hace
dos años por iniciativa del intendente Gustavo Posse.
Así volví al pago después de dar una
vuelta larga por el país.
Además publiqué obras sobre nuestras especies
amenazadas: el libro más conocido es "Los Que
Se Van", el cual tiene su primera edición de
1994 y una reedición en cuatro tomos del anteaño
pasado. También la “Guía de las Reservas
Naturales de la Argentina", entre otros títulos.
Si me tengo que definir, diría que soy un naturalista
vocacional, que equivocadamente no siguió en su
momento la carrera de biología -me hubiera ahorrado
muchos dolores de cabeza-, pero que pudo darse el gusto
de hacer conservación en la Argentina. Un país
maravilloso, con una heterogeneidad de paisaje y de ambientes
y, en consecuencia, de especies únicas. Ahora veo
con alegría que el tema llegó para instalarse
y no como sospechábamos en un comienzo que podía
llegar a ser una moda pasajera.
¿Podés hacer
un balance de cómo evolucionó la conservación
de la naturaleza en todos estos años y en qué situación
estamos hoy?
Yo creo que estamos mucho mejor en el sentido de una comprensión
generalizada del tema. En aquel momento el matutino típicamente
desarrollista, Clarín, no publicaba una sola nota
de ecología y hasta las cartas de lectores eran
rechazadas. La Nación podía llegar a publicar
algo y también La Prensa, sin embargo hoy Clarín
es un diario en el que casi diariamente, o día por
medio, se encuentra una noticia que toca lo ecológico.
Yo creo que está claramente reflejada la movida
mundial ambientalista, que en el mundo ya era una realidad
hace mucho tiempo atrás. Ese despertar a fines de
los setenta y comienzos de los ochenta en la Argentina,
había llegado para quedarse y así fue entendido
por la gente.
Como el país es excesivamente urbano, tiene una
visión de ecología urbana, con el énfasis
puesto en la contaminación, en qué hacemos
con los residuos, en el reciclado de los mismos, en la
crisis del agua, en fin, los problemas ligados a la ecología
urbana. Este es un tema del que yo me desligué,
no porque no es interesante sino porque creo que hay mucha
gente dedicada a eso y lo hace muy bien. Igual que el tema
de la protección de la fauna. En un principio estaba
confundida la conservación de la naturaleza con
la protección de la naturaleza, centrado el tema
en las protectoras de animales.
Mi primer gran premio como ACNA (Asociación pro
Conservación de la Naturaleza Argentina) me lo dió la
Sociedad Argentina Protectora de Animales. Lo recuerdo
con mucho cariño porque esa entidad empezó a
darse cuenta que el asunto no sólo era ver cómo
estaban los perros, los gatos, los caballos de tiro -tarea
muy digna y muy interesante y que hay que seguir haciendo-.
Nosotros ya estábamos hablando de salvar especies
y lo que podía llegar a perderse no eran individuos
de una especie, eran especies enteras reemplazadas por
una que dijo "llegué, soy el dueño absoluto
de todo esto y yo dispongo quién se queda y quién
se va". Por algo hay especies que ya no están
en nuestra Pampa o en nuestras estepas o en nuestras montañas
y selvas. La Argentina no estaba libre de esa ola de exterminio
generalizado, que llamamos extinción.
Sin embargo, la extinción hay que diferenciarla
como un proceso natural que existió en la historia
del planeta. Los grandes seres vivos del pasado como los
megaterios, los grandes gliptodontes en los mamíferos
y los dinosaurios terminaron en su famosa extinción
-que todavía es materia de discusión- la
cual respondía a procesos naturales. El proceso
actual, generado por una única especie, debería
ser llamado exterminio. Es realmente a ese tema al que
yo me volqué, o sea cómo salvar las especies
más amenazadas de la extinción y cómo
promover la mejor de las soluciones: la creación
de reservas naturales. Contrariamente a lo que muchos creen,
que es encerrarlas en zoológicos para que se reproduzcan,
o cultivarlas en viveros, o hacer bancos de esperma, o
de embriones congelados, o de semillas, la mejor solución
para mí es tomar grandes pedazos de la creación,
de los ambientes naturales, y mantenerlos en el estado
más natural posible, en donde la especie siga evolucionando
en ecosistemas completos o lo más completos que
se pueda, interactuando con las otras especies.
Aún hoy, sin que lo veamos, hay una evolución,
hay una continua adaptación que no la percibimos
pero que está produciéndose. Por eso me volqué de
lleno a la promoción de las reservas de todo tipo,
municipales, privadas, nacionales, provinciales. Acotándonos
a este tema es donde está el gran déficit.
Poniendo las cosas en blanco y negro, hoy somos más
ecologistas, entendemos más sobre la macrogestión
ecológica. Seguimos con un desbalance negativo para
la tarea primaria y vital de la ecología, que es
la defensa de la naturaleza, y queda bien reflejado en
la decisión de San Isidro. En San Isidro la gente
defendía lo público: había una Dirección
de Parques y Paseos, había una Dirección
de Gestión Ambiental que evitaba que se instalara
en San Isidro una industria contaminante, pero no había
una Dirección de Ecología y Conservación
de la Biodiversidad. Estaba la creencia, entre colegas,
de que no se podía seguir creando una reserva más
en San Isidro, que era un área densamente poblada
desde antaño y no había más espacios
libres. Sin embargo durante mi gestión se han creado
dos nuevas y la que teníamos se triplicó.
Hay también algunas más en carpeta. Demostramos
que es mucho lo que queda por hacer y que es mucho lo que,
hasta en el nivel municipal, podemos hacer. Ni hablemos
en el privado, lo que puede hacerse por la conservación
de la biodiversidad.
Es un tema que me parece que sigue olvidado, negado y que
no se tiene del todo claro y con el que realmente hay una
deuda. Ya desde hace varios años tenemos un listado
de las áreas que hay que salvar, están publicadas,
están en las librerías disponibles, pero
-aparentemente-, no hay quien asuma desde los niveles oficiales
la tarea para concretarlas, por lo menos, con la celeridad
deseada. Hay avances muy importantes en el sistema de Parques
Nacionales en los últimos años, pero por
sí solo no alcanza. Tiene que ser complementado
por los sistemas provinciales, por los municipios, por
los privados y ahí es donde estamos fallando. Hay
más gente subiendo al Uritorco para ver platos voladores
y cosas esotéricas, que por los endemismos que tiene
el lugar. Existen especies únicas en el mundo viviendo
en sus cimas; tiene aves de las yungas en algunas profundas
quebradas y valles, como recordando que alguna vez esa
selva llegó al norte de Córdoba y hoy la
llamamos Chaco Serrano. Pero el Chaco Serrano era selvático
en una época y quedaron estas especies como recuerdo,
en esas serranías, en Los Terrones y todo eso está en
manos privadas y nadie habla de expropiarlo o comprarlo.
Hablamos de una señora provincia que tiene, si se
lo propone, la posibilidad de hacerlo.
¿Cómo ves la compatibilización entre conservación
y desarrollo?
Yo creo que son dos cosas que van totalmente de la mano.
Hubo mucho tiempo que nuestro discurso fue catastrofista,
porque era un reflejo del mensaje que nos llegaba a nivel
mundial. Es como que el hombre estaba en una carrera
desenfrenada de destruirlo todo y de golpe se dio cuenta
y apretó el
freno. Todo frenazo de golpe, si vamos andando a una determinada
velocidad, produce un sacudón, el cual se produjo
a través de frases célebres que yo decía
al final de mis charlas, como "la humanidad tardó treinta
siglos en crecer, le quedan treinta años para frenar
antes del abismo" o la del poeta Burns "No veo
lo que hay delante, pero lo presiento y me aterra".
Pero también, a los amigos productores, yo les diría
que se actualicen, ya que los conservacionistas serios
hemos renunciado hace rato al mensaje catastrofista ya
que no sólo no provoca el efecto deseado, sino que
aleja y dispersa fuerzas. Uno de los grandes problemas
que tenemos y aleja a la juventud, lo noto en las conferencias
que doy y es que el exceso de mensajes acerca de problemas
que no se pueden resolver hace que los jóvenes,
lejos de una postura de resistencia o rebeldía-
en la que descontábamos que se iban a poner de pie
y pelear por el ideal aunque pareciese utópico-
no lo hacen, bajan los brazos y repiten aquella famosa
frase del rey francés "después de mi,
el diluvio".
Por otra parte con respecto a la conservación, técnicamente
hablando, primero éramos proteccionistas, no queríamos
que se tocara ningún animal silvestre, no queríamos
oír hablar de caza de ningún tipo. Comulgábamos
con Groucho Marx cuando se expresaba en forma amena diciendo: "la
caza será deporte el día que las liebres
usen escopeta".
Hoy día como conservacionistas aceptamos un uso
de los recursos, entre ellos la caza "deportiva" o
regulada si se quiere -aunque no la comparto en lo personal-.
No entremos a opinar si es o no es deporte ya que es la
discusión del huevo o la gallina. Es factible para
muchas especies, la existencia de un buen coto de caza
con un ambiente selvático, que impida la transformación
de esa selva en un bosque de pino norteamericano, o en
un bañado cosechar yacarés en vez de convertirlo
en arroz. Son soluciones más sabias, que obligan
a un cambio total de enfoque, no sólo del recurso
yacaré, o sea del recurso fauna, sino del ambiente
como un todo. Así aparece el eco-desarrollo, un
concepto con el que estamos más en deuda. Tenemos
mejores ejemplos de cómo hay que proteger y sabemos
mejor cómo hacer la protección de los recursos
que de como usarlos sabiamente. En la jerga de las reservas,
están las duras que sólo admiten uso científico,
turístico o ecoturístico muy regulado y nada
más. También tenemos una serie de reservas
blandas que son hoy mayoría en el mundo, tanto en
superficie como en cantidad, que son los paisajes protegidos,
las reservas de usos múltiples, los sitios RAMSAR.
Todas estas categorías admiten que son reservas
con el hombre adentro, a las cuales estamos promoviendo
activamente. Debemos tener en cuenta que también
hay una cantidad de familias viviendo allí y, ante
la posibilidad de resolver el conflicto con su reubicación,
a veces es una solución muy factible que incluso
las mismas familias proponen y apoyan, no hay que verlo
siempre al hombre como un factor negativo.
En Misiones tuvimos muy buenas experiencias en ese sentido,
cuando fuimos hace años de pueblo en pueblo con
los planes de manejo con la gente de los parques provinciales.
Temblando, creyendo que la gente iba a reclamar los terrenos
para ellos, prácticamente no admitían ni
que se hiciera un sendero de interpretación dentro
de esas áreas. Decían "pobres animalitos,
no les queda ya ni lugar y usted encima quiere abrir un
sendero para que la gente los vea".
Eso me lo dijo un campesino misionero, al que yo temía
que iba a pedir el reclamo de esas tierras. Nos dieron
una lección, asumieron los parques provinciales
como un valor importante. Y hoy son la columna vertebral
de la movida eco-turística de Misiones, demostrando
que en Misiones la oferta no sólo es ir a ver
las Ruinas de San Ignacio o las Cataratas del Iguazú,
sino que hay algo mucho más grande para mostrar.
Es totalmente viable, es posible. Más bien yo
le tengo miedo a los emprendimientos -que yo en "Los
que se van" llamo las obras de grave impacto- los
grandes emprendimientos mineros, que hoy están
tan en boca de todos, las grandes represas, que también
están de vuelta en el tapete y obras parecidas
como gasoductos , viales , etc.
Por el contrario hay provincias que ya dijeron que no
quieren más ni una hectárea inundada, con plebiscitos,
como hizo Misiones, un plebiscito en el que se le preguntó a
sus ciudadanos si querían la represa de Corpus y
otras represas y los ciudadanos votaron por el NO, pero
como eso lo hizo otra gestión política no
se difunde más. Ahora quieren instalar Garabí pero
esto sienta un precedente jurídico que va a ser
muy difícil de sortear para los que quieren hacer
esta represa que tiene su cierre en Corrientes, pero que
inunda Misiones. Inunda un pueblo entero al que lo convierte
en una península, con el cementerio afuera del agua
y dos o tres cuadras, el resto del pueblo, me refiero a
Azara, nada más ni nada menos, -ya que lleva el
nombre del célebre naturalista- inundado por una
terrible represa que después encadenaría
con otra que taparía los Saltos del Moconá,
cuyo nombre sería Roncador. Ese es el verdadero
proyecto y la gente debería saberlo. Si se hace
Corpus el agua embalsada muy probablemente llegaría
al pie de las Cataratas del Iguazú. Es decir, las
Cataratas cayendo sobre agua quieta, ¿quién
va a hacer la gran aventura náutica que es hoy el
boom turístico que se está reconcesionando
en este momento?
Con lo que vos me estás diciendo,
estás poniendo a un nivel casi de igualdad la conservación
con la "explotación comercial" de los
recursos naturales, como una medida para conservarlos.
Sí, tal cual. Acabo de venir de San Juan y lamenté no
haber podido estar con el gobernador. Sé que él
-hoy vilipendiado y criticado públicamente- años
atrás empujó desde el Congreso Nacional las
leyes que convirtieron como Parque Nacional El Leoncito
y luego San Guillermo. San Juan es la tercera provincia
en porcentaje de superficie de áreas protegidas.
Además hay una lista de veinte terrenos a declarar
reserva que, tranquilamente, podrían declararse
con los aportes de estos emprendimientos .
Lo mismo le diría a la papelera de Gualeguaychú,
por más que se enojen mis amigos ambientalistas
locales. Lamento mucho que no se hayan convocado especialistas,ya
que parece que no hay gente con entrenamiento en Argentina
o que haya presentado ideas. Hemos elevado en el 2002,
con el ingeniero Rey cuando él era presidente de
Parques Nacionales, un interesante proyecto avalado por
el entonces Secretario de Turismo, hoy Gobernador de la
Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli y por la provincia
de Entre Rios. La propuesta consistía en la creación
del primer Parque Binacional con los uruguayos, lo que
implicaba algunas expropiaciones en Uruguay.
Argentina ponía el Parque Nacional El Palmar y una
faja protegida que cubría todo lo que es el Banco
Caraballo, que hoy está desprotegido. El Bajo del
Caraballo -que se llenó de eucaliptos porque lo
compró una empresa forestadora, nos eliminó así un
bañado lleno de capuchinos o corbatitas, muchos
de ellos amenazados. Pero el banco de arena quedó y
hoy te llevan a hacer una excursión náutica
por las islas uruguayas fiscales y ves la boca del Queguay
donde sabemos que hay puma, se han visto huellas de un
lobo de río tan grande, que si no es un ejemplar
perdido del lobo gargantilla, es un ejemplar gigante del
lobito de río; cruzan las corzuelas a nado -tenemos
las fotos- lo hemos visto y lo hemos podido filmar. En
los bancos de arena crían los rayadores y los chorlitos
de collar. Un Parque Binacional sería un orgullo,
y para Uruguay una referencia, porque si hay algo en que
andan flojo los hermanos orientales es en un buen sistema
de Parques. No tienen un sistema equiparable al nuestro.
Digo esto con pena porque yo estaría discutiendo
de un lado y del otro, claramente, qué hacemos con
la cuenca del Uruguay, no con una papelera instalada, construida,
que es utópico pensar que va a ser demolida para
ser reubicada, más allá de lo mal que haya
estado planificada y elegida su ubicación y de que
no haya existido la obligatoria discusión previa.
Eso es también parte de las cosas que nos preocupan
en estos emprendimientos que llamo de "grave impacto".
Aparecen tras una decisión política, vertiginosa,
con estudios de impacto ambiental, que por lo general los
hacen consultoras que cumplen haciendo sólo el estudio.
Para mí sería buena la consultora que en
el estudio establezca si la obra está bien o está mal;
si son más los beneficios que los impactos negativos.
Si los impactos negativos son más, la idea es que
la obra no se tiene que hacer, si la cosa está peleada
la obra se podría hacer y si, desde ya, son mayores
los impactos positivos la obra se tiene que hacer. Pero
siempre teniendo en cuenta medidas de mitigación
o compensatorias.
Misiones lo hizo con la represa Urugua-í, inundando
unas ocho mil hectáreas en un lugar en donde no
tenía que haber ni una hectárea represada.
Lo digo con dolor porque conocí el lugar. Ocho mil
quinientas hectáreas represadas donde la provincia
se comprometió y cumplió al crear un parque
provincial, aguas arriba de ochenta y cuatro mil hectáreas.
Luego se adquirió campo San Juan, cinco mil hectáreas
para compensar el impacto de Yacyretá. Entonces
vamos camino a establecer la idea de la compensación
ambiental.
Tristemente no escuché esta idea en San Juan con
la minería. Lo que encontré fueron enemigos
acérrimos de la minería diciendo de todo
del gobernador, algún célebre político
nacional en la televisión diciendo una serie de
cosas totalmente discutibles -en parte ciertas, en parte
exageradas-. Pero no noté una discusión seria
acerca de una salida, de cómo sigue todo esto.
Los buenos conservacionistas, yo creo que están
abiertos a una permanente negociación, por eso tiene
tanto de componente político la conservación.
Pero no de política partidista como alguna vez se
entendió tristemente. Muchos colegas, como autocrítica
a la movida nuestra, siguen con su discurso catastrofista
sin darse cuenta el daño que hacen. Del efecto negativo
en los jóvenes, creyendo que todo el problema que
tenemos es el cambio climático, un tema imparable.
Aunque toda la Argentina se convierta mañana en
un Parque Nacional el proceso va seguir su curso, el agravamiento
del agujero de ozono también va a seguir aunque
los argentinos no usemos más aerosoles y renunciemos
a todo lo que lo ayude a formar.
En vez de plantearnos eso, ¿por qué no empezamos
a plantar el árbol de la puerta de casa? Me acuerdo
que don Atahualpa Yupanqui, en las últimas conversaciones
que teníamos, una de las crisis culturales que
el veía gravísimas en la Argentina, decía: "Me
preocupa que hablo con los jóvenes, y ya no conocen
el nombre del árbol que tienen en la puerta de
su casa, y si hablo con un paisano, por ahí no
sabe el árbol que crece cerca de su rancho. Eso
es grave, porque nos va a terminar pasando como aquel
príncipe
inglés, que un día le preguntaron de dónde
venían las manzanas y contestó´de
la frutera`”.
Esta meditación, simple, paisana, elocuente de don
Ata, yo creo que es muy aplicable a lo que nos está por
pasar. Estamos encerrándonos en ciudades convencidos
que los problemas ecológicos son: que se atasca
la basura en el arroyo Maldonado y que hay smog en la ciudad
de Buenos Aires. Sin embargo hay un país que es
pampa, que es montaña, que es selva, que no está virgen.
Se nos decía habitualmente, desde el discurso político,
acerca de los recursos naturales inagotables con que contamos.
Esto no es así,
Argentina es una niña ultrajada -no es más
aquella idea de la Argentina virgen-, pero sin embargo
tiene espacio para algo que es un lujo. Hacer una planificación
y un ordenamiento territorial modelo. En ese sentido, una
ley de bosques es como la última oportunidad para
un planeamiento territorial bioecológico, que no
tiene que involucrar a los bosques solos como algunos creen.
También debe definir cuáles pastizales vamos
a sacrificar, cuáles vamos a hacer un uso intermedio
y cuáles vamos a proteger a ultranza. Lo mismo con
referencia a los ambientes acuáticos, cuáles
vamos a sacrificar, a cuáles les vamos a hacer un
uso intermedio, y cuáles vamos a proteger a ultranza.
Esos son los famosos colores rojo, amarillo y verde que
propone la reglamentación de la ley y que están
generando tanta polémica y debate pues pareciera
que no están bien comprendidos, ni siquiera por
los que tienen que hacer el trabajo.
Vos te referiste al cambio climático, ¿crees
factible que el proceso de degradación continúe
independientemente de lo que hagamos nosotros? ¿Crees
que esto del cambio climático, en tu opinión
personal es una consecuencia del ser humano o es una evolución
natural que se ha dado?
Mirá, yo ante todo no soy un especialista en la
cuestión, ni siquiera sé suficiente sobre
este tema. Mi percepción es que, para hablar del
verdadero cambio climático se necesitan períodos
de análisis muy largos que no están siendo
respetados en la difusión masiva que se está haciendo
del problema. Estamos pretendiendo, en la escala de una
vida humana que es nada en la evolución, decir "está más
subtropical el clima en Buenos Aires". Yo, por ejemplo,
cuando era chico caminaba tres cuadras de mi casa a mi
escuela acá en Martínez, y veía en
los canteros, porque había canteros verdes en las
calles , escarchas, eso no lo veo ya hace años.
Que hay una subtropicalización del nordeste bonaerense
parece algo evidente. Se nota una avanzada de fauna y de
flora del litoral sobre Buenos Aires. Esa es la mejor señal,
ahora ¿hasta dónde ese proceso es o no natural? ¿Por
qué crece selva arriba de las ruinas jesuíticas?
Si Misiones mañana fuera abandonada por los misioneros,
sería tapada por la selva, incluso los campos. La
selva está en un período de avance natural,
está en un período de expansión, a
consecuencia de la subtropicalización. Ahora si
es por un calentamiento de origen exclusivamente humano
o natural, yo me inclinaría a decir que es natural
con alguna incidencia humana. El hombre aparece agravando
la tendencia, si se quiere, pero me parece que el proceso
es más profundo. El proceso puede consistir en un
cambio de otra escala y nosotros ser a los que nos está tocando
presenciarlo, atenderlo o intuirlo. Porque la verdad es
que hay mucho para decir por parte de los palinólogos
-los que estudian el polen fósil de las plantas-,
y los que nos pueden decir que la estepa patagónica árida
y seca alguna vez fue un bosque, un vergel tan grande como
los que vemos contra la Cordillera. Entonces surgió algo
que se llamó los Andes y que atajó los vientos
húmedos, los troncos se secaron, algunos se hundieron
en sílice y volvieron con movimiento de ascenso,
y ahora son los bosques petrificados. Pero todo eso era
un bosque. Hoy se está estudiando la estepa y aparecen
ratones de bosque. ¿Se han vuelto locos o son el
relicto de una antigua distribución pasada?.
En realidad, no lo sabemos todo de nuestra naturaleza
y no veo los recursos volcados a aprender. Si yo estudio
una especie en peligro necesito recurrir muchas veces
a
fondos de ong internacionales. No está puesto como
una prioridad nacional estudiar lo que se extingue. Tampoco
está claro que tenemos que proteger lo endémico,
es más, no se sabe qué es lo endémico.
Lo endémico es lo que es exclusivo en el mundo de
Argentina.
La palabra endémico ya es de por sí difícil,
no es entendible por los decisores y gobernantes.
Tal cual. La palabra misma, endémico significa que
es exclusivo de un lugar. Puede ser exclusivo de un país,
de una provincia, de una región.
Argentina no está entre los países de megadiversidad,
como si están Ecuador, Brasil, Venezuela, Colombia,
Perú o Bolivia. Por ello, no vamos a recibir fondos
dedicados a la diversidad. Pero donde empareja la Argentina
es por los endemismos. Un país que tiene una rica
historia geológica pasada: avances de glaciares,
una pampa que fue igual a la estepa patagónica cuando
el hielo avanzó casi hasta el Río Negro y
una selva misionera que fue como los campos del norte de
Corrientes y luego volvió a ser selva. Esas fluctuaciones
fueron generando situaciones de aislamiento y de evolución
en aislamiento, con muchas variables en juego.
Así, una sierra que uno puede ver en San Juan en
el medio de un mar de jarillas -no de agua- como es la
sierra de Pie de Palo -más famosa porque allí murió la
Difunta Correa-, tieneuna lagartija única en el
mundo y probablemente un anfibio, es un centro de endemismos.
O la meseta de Somuncurá en Río Negro, que
fue una isla que alguna vez tuvo mar rodeándola,
otra vez tuvo una estepa arbustiva que la rodeó,
constituye un mundo evolucionando aislado y tiene especies
distintas. En esos mismos lugares confluyen plantas, anfibios,
reptiles, aves, mamíferos pequeñitos -no
son elefantes y no son especies notables, enormes, ni muy
coloridas-, pero tienen un gran valor para la protección
de la biodiversidad.
Cuando en Río, en la Eco ´92, Argentina suscribió el
Convenio Global para la Biodiversidad, dando un paso que
no dio los Estados Unidos – y que fue muy cuestionado
por eso- se comprometió a proteger todas sus formas
de vida. Ahora si no hay recursos para proteger todo que
es una tarea magnánima,¿ por qué no
encaramos prioridades?.
¿Y qué priorizamos?. Lo que se va, o sea, lo que está en
peligro de extinción. Eso está consensuado a nivel internacional
y a nivel nacional. Otra ventaja que puedo mencionar es que cuando hice el primer
libro "Los que se van", tuve que trabajar más bien con las listas
rojas internacionales. Hoy tenemos listas rojas nacionales, por lo menos de todos
los cuadrúpedos, y empieza a haber borradores de las de plantas y de peces.
Realmente el panorama en ese sentido está mejor comprendido, y así como
por un lado hay que proteger lo que se va, por el otro hay que proteger lo que
es único, lo que ningún otro país va a venir a proteger
porque es exclusivamente argentino. Ahora estas especies están a la buena
de Dios, sobre todo una de ellas donde acabamos de hacer un emprendimiento minero,
el Río Gualcamayo en San Juan.
¿Cuál es la especie?
El Telmatobius contrerasi, una ranita que la colectó el profesor Julio
Contreras en la década del 70, en el cerro Madrid, en el valle del río
Gualcamayo, al norte de San Juan. Se la llevó al doctor José Miguel
Cei, un herpetólogo ítalo-argentino, notabilísimo, y es
la más austral de las especies del género Telmatobius, el género
al que pertenecen las famosas ranas del Titicaca, un grupo netamente andino que
termina su distribución en el norte de San Juan con esa especie. Bueno,
de esto no está enterado nadie, incluso hay un conflicto importante
y enfrentamientos de ambientalistas creo que en La Rioja, con la gente que
explota
esa minera.
¿Cuál es la minera?
No sé el nombre, si no te lo diría, pero han trascendido mails.
Lo curioso es que en todos los mails el problema era el enfrentamiento y no la
razón del conflicto. Así que en la página de "www.losquesevan.com" se
hace un comentario de atención y ahora lo difundí por todo San
Juan en mi reciente viaje: "Cuidado, hoy el valle del Río Gualcamayo
se ve de lejos cubierto por una columna de polvo ascendente, por la explotación
minera, pero no por la rana, nadie habla de la rana ¿alguien la reencontró? ¿está extinta? ¿no
está extinta? ¿qué reserva compensatoria dejó ese
emprendimiento?".
Ahí es donde es grave el emprendimiento. Yo no estaría en contra
del emprendimiento a priori, sino lo que quisiera es que este emprendimiento
sirviera para que biólogos de San Juan, Córdoba o Mendoza, o de
provincias vecinas, puedan acercarse, corroborar el status de esta especie y
dar las recomendaciones técnicas que terminarían seguramente en
la creación de una reserva. Una reserva que ya proponíamos en los ´90
cuando no había ni noticias de una explotación minera. No es que
descubrimos la rana para parar la actividad minera, no. La rana ya estaba ahí.
Es por ello que la Argentina con esos centros de endemismos se posiciona y equipara
su falta de megabiodiversidad. Es necesario que eso lo sepamos, lo difundamos,
lo tengamos claro y exijamos conocerlo. Aprender el nombre de estas especies.
Por eso se hizo larga la última reedición de "Los que se van",
porque pretendimos poner ahí nombradas por lo menos, a todas las especies
de vertebrados que tienen esa situación no sólo de amenaza, sino
también de endemismo, que es muy poco conocida y muy poco comprendida.
Por eso debimos agregar un tomo entero con el nombre de “Otros que se van”.
No está claro a veces en los niveles de quienes tienen que administrar
estos recursos. Recordemos que Argentina es un país federal y que sobre
los recursos naturales tienen el mandato primario, las provincias.
En realidad la Argentina no es un país, como dijiste, megabiológico,
pero tiene una característica muy especial y es que está colocado
de forma vertical en el mapa: va del subtrópico a la Antártida,
o sea, tiene muchas ecoregiones ¿Qué opinas de esto?
Ese es otra de las grandes ventajas de Argentina. No es en números redondos
megabiológico, lo que no quiere decir que no sea rico en contraste y en
diversidad. Quizá podemos definirla como la tierra de los contrastes.
Esos países con megabiodiversidad tienen variaciones de selvas subtropicales,
pero no te pueden mostrar ese contraste entre el hielo polar y la puna, o entre
el monte y la selva misionera, o entre el Chaco Seco y Chaco Húmedo, que
son dos mundos con dos pulsos diferentes que están ahí con el mismo
nombre de Chaco, pero poco tienen que ver entre sí.
Esto es lo que genera el gran interés turístico que tiene la Argentina,
la diversidad cultural, por eso es tan complejo el ser nacional. Yo tuve el privilegio
de hablar este tema con Don Ata (Atahualpa Yupanqui), y él decía: "será argentino
el que logre dominar los tres misterios". Dice que a él se lo había
enseñado Ricardo Rojas. "El misterio de la pampa, el misterio de
la selva y el misterio de la montaña". Esa era una interesantísima
definición cultural y ecológica para su tiempo. Yo se lo comentaba
y él me decía: "Mire, yo era ecológico y no lo sabía". Lo que faltaba ahí era el misterio austral, que estaba como negado todavía,
pero sumando esos cuatro misterios tenemos cuatro formas de ser, de ver las cosas;
que nos cuesta mucho asumir, por eso es tan difícil también la
comprensión nacional. Es más fácil encontrar buenos conocedores
de lo que pasa en la selva misionera, o de lo que pasa en el Iberá, o
lo que pasa en la estepa patagónica o en los bosques. Pero uno con visión
de conjunto que pueda decirle a un presidente de la Nación, esto es lo
que hay que hacer en Tartagal, esto es lo que hay que hacer con el conflicto
de la papelera, esto es lo que hay que hacer con el tema de la costa marina o
con la Isla de los Estados. Sin embargo seguimos discutiendo lo que hay que hacer
cuando ya están los claros avances de explotación petrolífera
de Gran Bretaña. No hay mucho más que discutir sino que allí hay
que hacer un sitio de patrimonio mundial y natural de la humanidad. Por allí pasó Drake,
pasó Byron,Bove, Piedrabuena pasó la historia, están los
barcos hundidos asomando en sus costas, está el viejo presidio. Pero sobre
todo hay un ratón que se discute que es, -si es endémico o exclusivo-
y están las últimas nutrias marinas y las últimas grandes
loberías de lobos finos, y la gran pingüinera de pingüinos ceja
amarilla, una especie hoy en peligro de extinción y quizás el pingüino
rey.
Para la Argentina, están en Malvinas y en la Isla de los Estados. Entonces,
qué más vamos a estar pensando para declarar eso una reserva como
Dios manda. Ya está empezando a ser requerida también por el turismo.
Si no está armada para esta actividad, puede ser fatal. Me acuerdo siempre
cuando llegué a la isla fui con un libro de la famosa naturalista Natalie
Goodall, que decía, entre otras cosas: "La isla es tan frágil
que hemos vuelto a un lugar donde a un año de transcurrir encontramos
la marca de nuestras pisadas del año anterior". Es todo un tapiz
de musgos y líquenes tan intrincados y frágiles que no se recuperan
de la pisada humana. Tal vez, por esto no haya mamíferos terrestres
en la isla.
Debemos entender estos "detalles" para poder manejar el recurso adecuadamente.
Pero si nosotros, lejos de entenderlo, no lo podemos ni estudiar ya que no hay
libros para hablar de las Malvinas, de las Georgias del Sur. Después del
conflicto bélico (1982), más allá de si estuvo bien o si
estuvo mal, no puede un argentino informarse en castellano cuál es la
historia natural de esas islas, creo que mi aporte del 2005 es uno de los pocos.
Las Georgias es un lugar que lo conocemos más por Animal Planet que por
otra cosa. Pero si lo queremos leer, estudiar, ver que hay, que no hay, pareciera
que no sabemos nada de ello. Y eso también ,difundirlo en un libro ,es
hacer soberanía aún sin estar.
Cómo reflexión final ¿qué quisieras
decir?
Me quedé pensando en lo de los contrastes, que realmente la Argentina
es una tierra, en ese sentido, bendecida. Eso es por un lado una cosa positiva.
Esa riqueza en contraste aturde de cosas tan difíciles de entender como
pueden serlo una vicuña, una ballena franca y un yaguareté y que
te aseguro son esfuerzos diferentes y estrategias muy distintas. Lo negativo
es porque aturde y asusta, y como asusta mucha gente se niega a tener esa visión
de conjunto y cree que tiene que entrar forzadamente en un temita que de puntual
después termina no provocando el efecto deseado y genera un desgano
generalizado.
Yo creo que como mensaje final puedo decir que si a mí me das a elegir
entre todos los problemas, la transformación de ambientes naturales es
el más grave. En general la gente cree que los animales se extinguen porque
los cazan, sin embargo mientras tengan el ambiente la especie sobrevive aunque
sea cazada. El más grave problema para la conservación es la transformación
de los ambientes con todas sus variantes. La caza en algunos casos fue grave,
pero fueron casos muy puntuales. La contaminación tampoco ayuda.
Sin embargo el gran problema es hoy la dispersión de fuerzas y voluntades.
Creo que no es un problema de la conservación, sino un problema nacional.
Definir y llevar adelante un verdadero proyecto donde se note que esto es política
de estado. Francisco Pascasio Moreno lo tuvo claro, Eduardo Ladislao Holmberg
también lo tuvo claro, el mismo Germán Burmeister que se vino de
Alemania lo tenía claro, por eso dejó todo atrás y se vino
ante una invitación que le hizo nada menos que Sarmiento, para hacerse
cargo del Museo de Ciencias Naturales. De esa generación del ochenta hay
que recuperar ese espíritu y volver a ser lo que fuimos, un país
señero en Latinoamérica con un modelo de Parques Nacionales que
después del de Estados Unidos y el de Canadá, era el tercero en
América, que nacía y que sigue siendo motivo de admiración.
Sigue siendo la columna vertebral de un sistema de reservas que no están
terminadas de crear. Eso de que todo está hecho es una idea que hay que
borrar definitivamente, ya que es falso que ya está protegido lo que se
pudo proteger y el resto va al sacrificio. No, todavía hay mucho por proteger,
pero para ponernos de acuerdo que, dónde, cuándo, cómo y
cuáles son los matices, tenemos que juntarnos y dialogar y escucharnos
y no basarnos en el -como dicen los misioneros- "él dice que". "El
dice que" es muy peligroso, porque me contaron que tal persona, que
tal otro anda diciendo o piensa de tal o cual manera. Pero no lo leemos,
no lo
entrevistamos, no lo escuchamos y no le damos la chance de explicarse.
En definitiva, hoy casi suena prehistórica la dicotomía conservación
versus desarrollo. La conservación, bien entendida, por definición,
admite el desarrollo. Eso sí, el buen desarrollo. Con gente que sepa qué suelo
está pisando, que lo conozca, que lo entienda y que sepa por qué el
cerro se llama así. ¿Qué pensó el abuelo?, como decía
Atahualpa, cuando hablaba del indio que pisó esas tierras antes, ¿con
qué soñaba?, ¿qué creencias tenía?, todo lo
que hace a nuestra identidad que lentamente se va como perdiendo en un país
donde hay una competencia de las capitales provinciales por parecerse a Buenos
Aires, con su cadena de countries rodeándolo. Ese parece ser el modelo
a seguir sin entender que podemos generar un modelo para el Chaco, un modelo
para la Puna, un modelo para la Patagonia, donde por ejemplo hay elementos climáticos
diferentes que son innegables.
No podemos negar el tema del viento en la Patagonia, no podemos negar el
tema del sol en la Puna y, bueno, todo eso nos obliga a ser ingeniosos
y demostrar
que si alguna vez Linneo nos denominó, cuando se dedicó a clasificar
los bichos y las plantas -como un bicho más para susto de varias señoras
de la época-, Homo sapiens, no se equivocó, nos puso el hombre
sabio. Él seguramente creyó que teníamos la capacidad de
organizarnos y de encontrar también las soluciones. Porque el hombre hace
los daños, el hombre mata en un momento las ballenas para hacer con sus
barbas los sostenes para el cuello de la camisa -por eso se llaman ballenitas-
pero también después las reemplaza por plástico y termina
buscándole alternativas. Hoy sonaría risueño que estemos
eliminando a un ser tan maravilloso como los dinosaurios, incluso uno de ellos
mucho más grande que los dinosaurios, como la ballena azul -pero que no
tiene tanta prensa-, tal vez porque le faltó Spielberg con Jurassic
Park, sigue intentando convivir con nosotros este animal de 32 metros de
largo.
Creo que tenemos que aprender los argentinos que estamos a tiempo para
reorganizar un montón de cuestiones, a través de un reordenamiento territorial,
que no pasa por negar a la gente, sino por sumarla activamente y con un mensaje
positivo, mensaje que traiga soluciones. Dicen que Charles De Gaulle, Presidente
de Francia, atendía con un cartel en el hall, en la sala de espera, para
que leyeran los que entraban a su despacho: "Si usted no me trae la solución
ya es parte del problema".
Bueno, eso es lo que tenemos que aprender los ambientalistas. Cuando vamos
con el problema, aprender a llevar también la posible solución para
no convertirnos en la queja perpetua. Mi experiencia es que si nos convertimos
en un ejército de gente voluntariosa diciendo "vamos a cambiar las
cosas", en lugar de un grupo de gente asustada que piensan que es un proceso
que nos supera, que nos está desbordando, cuando creo que no es así.
Así que, como reflexión final, luchemos por juntarnos y por encontrar
las soluciones, perder un rato en el análisis grave de la situación,
pero en algún momento decir "paremos de llorar por la mitad vacía
y vamos a empezar a ver la mitad del vaso lleno también".
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